Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. (J.C)

lunes, 27 de diciembre de 2010

Nehuén

Corté la comunicación. Apenas conozco la voz de la mujer. Sé que tiene el rito y la piel mapuche.

Retorciendo la única memoria que preservo bastión, traté de acordarme de las manos. 

-ejercicio del que me agarro como a un poste-. 

Esta especie de virtud se vuelve triquiñosa: cuando estoy con alguien miro las manos y anclo ese pequeño retazo de cuerpo en el todo. Y luego reconstruyo el resto. 
lo invento, y suelo ser de lo más creativa. 
Me creo que me acuerdo y eso me hace sentir bien. 
Me permite dejar un cacho la sensación de presente absoluto.

La trampa a uno mismo es válida y no lleva prenda. 

De Margarita -el nombre sí lo sabía- no pude siquiera recordar las manos. 
La voz se me iría en un par de días, como todo lo que suena 

                                                                                                porque mi cabeza es de silencio.

La llamo con anestésica condescendencia y su voz pausada me pone patilluda.
Las manos que no recuerdo, me golpean la cara un rato.

Hablamos de Felipe y yo digo: "el tratamiento es inoportuno, pero imprescindible (punto y coma) -y continúo- la mentira de Felipe no tiene límites y supera complejas ficcionalizaciones".  Redonda definición para hablar de algo de lo que no tengo la más puta idea.
"La impaciencia de las palabras, el tintinear de las manos contra el pantalon de grafa, las pupilas dilatadas".

Margarita dice que todo se calma en la desidia y que el daño del misterio es una media sombra que tapa la cosa. La escucho como a la panadera cuando viene con el mignón  salado de desgracias.


Felipe está con licencia, yo acomodo horarios, hago llamados a sus compañeros y me complica mi pequeño bunker laboral, organizado y puesto en planillas excelles. 

Es de esperar por mi parte una palabra de aliento, mientras callo me pregunto para qué llamé y no lo sé. 
Estoy impregnada del rol, no lo distingo de mí  y viceversa. 
Con Margarita huelga la autoridad y el designio.
Queda la sangre en la garganta y se desdibuja la linea que nos separa.  
Porque yo no entiendo y ella sí.
Dice que encuentra el Nehuén en las montañas de la línea sur del río Negro, donde están enterrados sus ancestros. Sus nudillos se estremecen en el vestido de flores, -puedo oírlos a través de este falso comunicarse- y  la despido mientras googleo la palabra.

Trato de abrir la ventana por telekinesis. 
El monitor se pone mugriento. 
Un leve golpe de luz me despierta.


lunes, 20 de diciembre de 2010

Me voy a gustar

Voy a dar todo al vacío,
que entre lo sucio y lo feo por la ventana.
Voy a dar paso a la polilla,
sacando el coso de arena al borde de la puerta

que entre el chiflete

Voy a dar todo por perdido
para
Nacerme de nuevo
una a una las partes
y mirarlas como miro al nene
o a la flor.

no más burletes grises
ni bóvedas en cruz

Voy a poner todo en esa maleta
y voy a tirarla
como si fueran las cenizas de mi abuela.

Voy a dar descanso en paz al mounstruo
Voy a comulgar el repentino fracaso
poniendo la hostia al horno
hasta que esté crocante.

Voy a olvidar el
pináculo de horas muertas de monitor,
de pelusa.

Con una espátula dura
voy a rasquetear toda la casa
hasta dejarla desnuda
como estás vos cuando te miro.

Y Todas las costras que queden
ni siquiera barrerlas
Que le vivan arañas o cucarachas.

Dar respiro al muro
y quizá pegarme a la pared
por un tiempo
hasta que la cosa ceda.

Y sea liviana de nuevo.

Con el cuerpo que tenga,
así
liberado.

Me voy a gustar.