Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. (J.C)

viernes, 12 de noviembre de 2010

arca rusa

Yo siempre me miento y si la afirmación es correcta, entonces al decir que me miento también estoy mintiendo, entonces siempre me digo la verdad. 
Pero lo hago con tal don, que no pienso reprimirme. 

Las palabras de la cabeza son otra clase de reprimenda, un álbum mojado, un maldito collagge derretido o mocho, el peor de los castigos: NADA de suerte. Como si la suerte fuera algo. 
A cada mentira le vale su tapa. Una tapa de características maravillosas, atributos invencibles (si Essen pudiera reproducirlas sus onerosos accesorios culinarios cotizarían en PETRO dólares).
La tapa se abre de día en uretras irritadas, bronquios sucios, verdosos mocos dilatados al rojo, palpitantes corazones apresurados. 
Ó
La tapa se abre de noche en Arcas Rusas anegadas, en apocalípticos incendios en los que puedo ver pasar a todas las personas que ví en mi vida, en secuestros y sauces llorones, en escapes de gas y balaustradas.

Anoche soñe la muerte de mi papá: distraído, joven, risueño. 
Mi papá que me había ido a ver y que yo le pedía que se quede y él se quedaba. 
Mi papá dócil, concentrado, erguido, apuesto. 
Me acompañaba -me estiraba el brazo-, y yo iba amarrada a su codo como a tierra firme. 
Nos saludábamos de lejos y él contento me llamaba por la comicidad de hablar viéndonos, sin poder oírnos -mediaba entre nosotros un triple blindex-. 
Entonces del otro lado ponía el celular en la oreja y yo lo veía hablar. 
Podía escuchar en el movimiento de su boca: suerte hija.
Y de ahí abismo de silencio, parálisis fílmica, congelamiento. 
La palma mirando el asfalto, dos perros saltando al lado y yo gritando al otro lado del tubo: voy para allá papá.
El pie rojo, pisando un pedal de moto que no carraspeaba, asustada, sola.

Era mi culpa. 
Mi papá murió por mi culpa.

Cerraba con fuerza los ojos.
Me despertaba ahí dentro aún, desahusiada y triste.

Con la pena en el labio plegado origami húmedo, caminé hasta el trabajo. 

Un paredón hecho de filo: la ausencia. Mi papá estaba muerto y yo lo sabía.
Escaleras de Escher conduciendo a la nada bella de la incomprensión.  Al inútil devenir roto.

El calor matutino, el rayoso sol metido en el pelo y el pie seguido del otro. 

Las lágrimas secas tiraban la piel del cuello. 

La almohada amarilla miraba mi arca rusa, la filita ordenada de los que me llevaría al infinito.



1 comentario:

  1. hoy sabado 10 de noviembre te leo y me declaro en busca de puntoclapistas anonimos

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