Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. (J.C)

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Linterna mágica

Parece ser que cuando uno de grande escribe las cosas de cuando era chico, solamente el escribiente (el adulto que alguna vez fuera niño) parece tener idea de lo que pasaba. Lo que significa que nadie que haya compartido esa infancia va a tener un registro tan siquiera similar de lo acontecido.
Los padres se desgranan pensado qué le dieron, qué no le dieron. Aún recuerdan el llanto desalineado ante alguna negativa y con eso cargan -como mulas marroquíes- por años. El niño adultece, el adulto envejece. En algún momento (con suerte) el uno y el otro hacen su puesta en común. Se sientan con un mate o café de por medio. El uno ha logrado hacerse una idea de sí mismo bastante parecida a su deseo, el otro también. Sin decir agua va, el envejecido auto-reflexivo- arremete con esa imagen que lo ha acompañado, a la cual le ha asignado atributos inverosímiles y le pregunta al que adultece cuál es su propio registro de la cosa. Eso por supuesto mediando alguna carraspera, cierta incomodidad en la hombrera (que acomoda impaciente) y unos pasos a la cocina a "ensillar" el mate (la pregunta se hace de espaldas del que adultece quien considera de su preferencia un silencio que le recorra la espalda a ciertas miradas ante las que un envejecido ya no puede hacerse el zonzo). Hecha la pregunta, los dados entran a correr. "Nada grave vieja" dice el que adultece y de paso, aprovecha para cargarle con su imagen: "Qué fue de la joven que nos cuidaba de chico (el niño había dedicado flor de pensamientos y auto-manoseos a la susodicha), que de un día para el otro desapareció de lo de la abuela?" Claro, la envejecida no contaba con eso, un escozor frío le empieza a patinar la nuca, las fieras se le vienen a los ojos. Va a la cocina con el mate recién hecho y el agua a punto. Queda quieta, y calla. "Hay silencios necesarios" piensa la envejecida, sabiendo que esa, se la lleva a la tumba.

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